Ayer era uno de los "días grandes" de la Feria del Libro, pues este año era festivo en todo Madrid y las librerías y editoriales planearon un sinfín de firmas a las que acercarse. Estuve todo el día en El Retiro, bien acompañada, viendo a Claudia Ranucci y Victoria Pérez Escribá, Ana Cristina Herreros y Violeta Lópiz, Aitana Carrasco, Azpiri, y otros tantos que os iré mostrando poco a poco. Hice bastantes fotos nuevamente y aproveché para comprar algunos libros (¿demasiados?), aunque todavía no he podido prepararlas para publicarlas en el blog.
Sin embargo, hoy me gustaría cambiar un poco de tema y plantearos una pequeña reflexión al hilo de dos "conversaciones" que escuché ayer mientras hacía cola pacientemente para que me dedicaran un par de cuentos. En la primera, una madre le decía a su hija: "No, este no es para tí, que usa pictogramas y tú ya sabes leer" y en la segunda era un padre quien indicaba: "Ese no, que es para niños más pequeños, cógete mejor uno de estos". En ambos casos, las dos niñas miraban libros que sus padres no consideraban adecuados para ellas, a pesar de que eran dos álbumenes ilustrados fantásticos, uno de Edelvives y el otro de Kalandraka.
Ninguna de las dos conversaciones que oí me dejó una buena sensación sobre lo que los padres y madres consideran que deben leer sus hijos, pero nunca se les debe quitar autoridad, y menos delante de sus hijos. Pensando como ellos, yo no debería estar publicando este blog, ni vosotros/as leyéndome, ni deberíamos comprar todos esos libros "absurdos" que tienen dibujos, porque todos nosotros sabemos leer muy bien. Me consta que hay mucha gente que piensa así, como publicaba recientemente Román Belmonte en su blog.
Pues bien, como De Cuentos y de Galletas es un blog creado por adultos y se que hay muchos seguidores y seguidoras que también lo son, desde aquí me gustaría mandar un mensaje a todos los padres y madres: dejad a vuestros hijos elegir sus propios cuentos. Cuando se lee un libro se hace por placer, y a veces éste se esconde "simplemente" detrás de unas bellas ilustraciones. Los libros nos deben entrar por el corazón, nos deben hacer soñar, descubrir otros mundos que están dentro de nosotros. Lo que nos apetece leer en un momento dado no tiene por qué ser lo mismo en otro: hoy nos gustan los libros de amor, mañana los de aventuras y pasado quién sabe!! Los gustos son personales e inmediatos y tienen que ver con cómo nos sentimos por dentro y lo que nos hace reconfortarnos. No debemos, pues, ponernos límites a nosotros mismos ni por supuesto a los demás, y mucho menos a los niños, que son quienes verdaderamente tienen una mente abierta y libre. Debemos dejarles soñar y darles alas para que no pierdan nunca la imaginación.
Cuando las editoriales recomiendan un libro para una determinada edad se basan en ciertos criterios generales que seguro son muy acertados, pero eso no quiere decir que niños de otras edades, o adultos, no puedan disfrutar con ellos. Leer debe ser un acto de libertad, para obligarnos a leer ciertos libros ya están los colegios, y poca gente conozco que encuentre placer en las lecturas obligatorias. A los niños hay que acompañarles en sus lecturas, apoyarles, guiarles, estimularles... pero siempre deberían ser ellos quienes nos indicasen libremente hacia dónde quieren caminar.
Espero que no se me haya ofendido nadie, esta es mi opinión personal y me encantaría que vosotros/as me contaráis la vuestra!! Y para que no sea todo tan aburrido, os traigo un cuento que fue mi gran descubrimiento en la Feria el año pasado y que, por la regla de tres con la que ha empezado esta reflexión, sólo podrían "leer" los menores de 5 años y es que... este libro no se lee!!! Se trata de La Ola, de Barbara Fiore Editora, que ya va por su tercera edición y tiene en su haber el Premio del Gremio del Libreros de Madrid al Mejor Álbum Ilustrado 2009. Sin palabras, Suzy Lee nos cuenta la historia de un día en la playa en el que la protagonista juega con las olas. Para ello, se sirve de unas sencillas pero maravillosas ilustraciones a carboncillo con un poco de acuarela azul. Nada más, y nada menos, es lo que necesita la autora para hacernos soñar y recordar cómo todos en algún momento nos hemos sentido tan felices como la niña protagonista, simplemente, mirando al mar y jugando con su vayven.
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