Estos meses todos, o casi todos, hemos estado de vacaciones
y ha habido una imagen que me ha llegado desde varios sitios recordándome la
que fue una de mis Grandes Decepciones en la Historia de la Literatura. En este
caso, no se trata de un libro, sino de una librería, como os contaré más
adelante, pero este hecho me ha animado a sumarme a esa corriente que pretende
acabar con el bonitismo y buenrollismo de las redes sociales, donde todo lo que
se cuenta es maravilloso, o está maquillado para así parecerlo.
En realidad, rompo con un dilema “moral” que tengo desde
hace tiempo y que es si debo escribir también sobre los libros (y las cosas)
que no me gustan. Hasta el momento no había publicado nada controvertido,
simplemente me lo había callado, pero creo que también es bueno hablar de las
cosas que no nos gustan y abrir el debate para que otras opiniones nos hagan
abrir los ojos y ver si estamos en lo cierto o no.
En este caso, la motivadora de esta entrada ha sido una
fotografía que vi en twitter de la librería Lello, en Oporto, con un titular en
el que se comentaba que habían estado esperando tres horas de cola para poder
entrar allí a comprar un libro. Me llamaría poderosamente la atención el hecho
de esperar 3 horas para comprar un libro (¿de verdad alguien espera 3 horas
para comprar un libro y no se va a otra librería?), si no fuera porque conozco
la librería en cuestión, una de las más turísticas y visitadas del mundo, por
ser donde se rodaron algunas de las escenas de las películas de Harry Potter.
Tuve la oportunidad de visitarla hará unos 10 años, en un
viaje a la ciudad de Oporto, y por aquel entonces fue una parada obligada ya
que yo también había leído que era una librería maravillosa y no quise
perdérmela. Por suerte, está en un barrio precioso con un montón de tiendas
chulas alrededor, y muy cerca de nuestro hotel.
La primera decepción fue el tamaño de la tienda, ya que la
imaginaba tremendamente grande (como la biblioteca de Harry Potter) y en
realidad es bastante pequeña. El ancho es el que veis en la imagen, no tiene
mucho fondo y solamente un piso. Los libros están bastante apiñados y cuesta
pasar entre los turistas para poder verlos.
La segunda decepción tuvo lugar cuando fui a buscar un libro
para comprarme. No tenía nada en la cabeza y solo quería un bonito álbum
ilustrado en portugués para mi colección, un recuerdo diferente. La sección
infantil estaba al fondo del todo, era minúscula y todos los libros que vi los
conocía ya en castellano. Es decir, todos eran grandes éxitos y traducciones,
pero nada de producción propia ni editoriales independientes. Al final,
encontré un álbum de Pessoa que, aunque esta editado también en castellano, por
lo menos estaba en su idioma original. Tampoco había nadie allí ni para
aconsejarme ni para mostrarme tesoros escondidos en las estanterías.
En aquella época no había que esperar horas para entrar,
afortunadamente, porque si ya me decepcionó la visita, imaginad. Solamente
esperamos unos minutos para pagar, mientras cobraban a la persona que estaba
delante, y fue donde tuvo lugar la tercera decepción: el dependiente (que no
librero) le estaba explicando que todos los artesonados del techo, la escalera
y las paredes son falsos, están hechos de escayola y pintados para que parezcan
de madera. Tiene su mérito, desde luego, pero decepciona un poco saber que el
decorado es “cartón-piedra”.
Si volviera hoy a visitar Oporto, cosa que me encantaría,
también volvería a visitar la librería Lello, soy así de friki, pero seguro que
si encontrase una cola como la de la imagen me daría media vuelta y me iría, ya
que por mi experiencia no merece la pena en absoluto.
¿Y vosotros? ¿Habéis visitado la librería Lello? ¿Qué os
pareció?